Cartografía con flash: EL MAPA LITERARIO
¿Exploras?
Buscas en el mapa tu ubicación interior.
Dicen que te puedes situar en el mapa
desentrañando el significado de los símbolos que aparecen en la leyenda.
Esos símbolos son los tópicos, los arquetipos
y las metáforas de la literatura.
El “conócete a ti mismo” del templo de
Delfos no es más que interpretar tu vida como si fuera un sueño, un
poema, una obra de teatro. La vida es un macrogénero literario o,
como me gusta jugar a llamarlo, una holonovela de “elige tu propia
aventura”.
Es urgente devolverle a la literatura el
lugar sagrado que le corresponde.[1] De algún modo, seguramente
ya sabes que el origen de la literatura es litúrgico, que el
verbo tiene poder creativo y que si todo esto ahora se ha secularizado es
porque se ha encarcelado en el espacio-tiempo.[2]
Pero la literatura quiere romper la quinta
pared. La quinta pared es la pared mental, las barreras del prejuicio –las
coronas de espinas-.
La poética, junto con la onironáutica,
son las ciencias de la creatividad y la inspiración. Son
disciplinas que unen el arte, la mística y la ciencia. Alquimistas
de lo intangible, expanden la conciencia.
Debajo de lo que los cabalistas denominan velo
de Paroketh (otramente llamado “velo de Maya” en la mística hindú),
nos encontramos con lo que Platón llamó “mundo de las formas”. Las palabras
forman parte de ese mundo rítmico y dinámico. Por ello, no hablamos el
mismo idioma que los primeros moradores del planeta. Las palabras están
sometidas a la misma corrupción que el resto de los objetos: son cíclicas. De
ahí, el mito de Babel, el peligro de la incomunicación.
Las formas nos informan y deforman a través de fórmulas y
formulaciones. En todo caso, las formas
reciben ideas. Y, sobre todo: las formas se TRANSFORMAN.
La pregunta es: ¿existe manera de aproximar
la forma a la idea pura sin corromperla? Quizá la idea pura sólo pueda
expresarse a través de un ciclo completo de formas transformándose… Hay que
salir del espacio-tiempo, por eso. Nos hallamos en el territorio del símbolo.
[3]
[1] Eliade, M. (coord.)“Language”, en The Enciclopedia of Religion. New
York: MacMillan Publishing Company, 1983-1986.
[2] De otro modo, el materialismo no se sostendría como sistema económico. La
gente descubriría que el dinero y el sexo no son las únicas fuentes de energía,
estatus y poder.
[3] “Siguiendo, pues, las
instrucciones del Sefer ha-Bahir se forman los 72 nombres divinos. (…) Les gusta, pues, todo lo relativo a los
rituales; y tienen mucho que ver con la capacidad de tender puentes para unir
las orillas de los abismos y con la risa y el sentido del humor. Se dice que
los ángeles vuelan porque, al no tomarse a sí mismos en serio, son livianos…” Jaime Villarrubia, Diccionario de Guematría.
Barcelona, ed. Escuelas de Misterios, 2011, tomo II, p. 690.
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